«Me ha impresionado y emocionado mucho su rostro sereno», ha expresado Sebastià Taltavull en un comunicado remitido por el Bisbat de Mallorca. El obisbo, que ha acudido a El Vaticano en nombre de toda la diócesis de Mallorca asegura que ha rezado «de parte de todos y sin ningún tipo de diferencias». «He podido percibir la valoración positiva y el reconocimiento de la persona del papa Francisco en toda su actuación en bien de una Iglesia cada día más abierta, en salida y al servicio de la humanidad, especialmente de los pobres y descartados, y con la voluntad firme de contribuir a la paz, en unos momentos tan delicados como los que nos toca vivir», ha explicado.
Taltavull afirma que verle de tan cerca y ver tanta gente que de forma muy respetuosa se le acercaba «me ha hecho rezar de una manera nueva, intuyendo la fuerza que se desprendía de un hombre de Dios que ha amado y servido hasta el último momento. En él, volvía a ver el rostro del día de Pascua, cuando con la voz debilitada y las manos trémulas nos deseaba buena Pascua y nos bendecía». Además, también añade le importancia de poner en valor el legado del papa Francisco por «todo lo que nos ha enseñado con su palabra llena de sabiduría y de lenguaje fácil que todos entienden, y también de sus gestos tan sencillos, de trato fácil y cercano, como también llenos de humanidad y de sencillez evangélica. No ha habido día en que no hayamos podido recibir una palabra y unos gestos que nos invitaban a seguir a Jesús y vivir la alegría del Evangelio».
El Obispo, a través del comunicado, recuerda «tantas conversaciones a lo largo de estos años, llenos de cordialidad, profundidad, buen humor y sin prisas, siempre con la proximidad que rompe barreras, protocolos y son un grito de atención para que las relaciones humanas gocen de paz, diálogo, estima, reconciliación y perdón». «Como si nos dijera ‘¡seguid a Jesús, enamoraos de Él, y todo será nuevo!’. Muchas veces nos dijo ‘¡no tengáis miedo!’, ‘¡sed valientes!’, ‘¡amaos!’ y ‘¡confiad y mantened viva la esperanza!’, que ‘¡Dios no defrauda!’, ‘¡cread armonía!’ Su rostro blanco, sereno y luminoso, nos seguía hablando…», concluye Taltavull.