La alegría verdadera no necesita carcajadas, ni gritos estentóreos, ni alcohol sin freno, ni juergas, etc. La alegría proviene de dentro es ferviente amiga de la paz interna, trasciende espontáneamente al exterior y se fundamenta en la fe. «Todavía no habéis visto a Jesús y lo amáis, sin verlo creéis en él y tenéis una alegría tan grande que no hay palabras para expresarla». (1Pe 1, 8)
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Enlace de origen : La alegría perfecta