El presidente Donald Trump, obsesionado con el legado de Barak Obama, sueña con ganar el Nobel de la paz como hizo su antecesor.
Sus voceros exhiben como argumento el acto que acogió esta semana en la Casa Blanca, escenario del acuerdo de amistad rubricado por Israel, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein. Todos, incluido el anfitrión, unidos por la conjura contra Irán. Mientras Trump alardea de ser el pacificador de aquel polvorín, este sábado se preveía que Washington declarase que las sanciones contra Teherán –impuestas por la ONU y congeladas gracias al pacto nuclear del 2015–, se han restaurado de manera unilateral, en un claro desafío a la credibilidad, ya menguada, de la Organización de Naciones Unidas.
Esta maniobra configura un escenario diplomático de conflicto, justo cuando mañana la ONU conmemora el 75 aniversario de su fundación, y añade una potencial volatilidad en Oriente Medio.
En su estrategia electoral a falta de pocas semanas para las presidenciales del 3 de noviembre, la Administración Trump da el paso más arriesgado en su acoso a los ayatolás. Estados Unidos se encuentra virtualmente solo en este movimiento.
Trece de los quince miembros del Consejo de Seguridad, brazo ejecutivo de la organización multilateral, han asegurado que harán caso omiso de esa decisión. Solo la Republicana Dominicana se ha puesto al lado de EE.UU.
Entre los críticos figuran Rusia y China, pero también los habituales aliados atlánticos. Reino Unido, Francia y Alemania señalaron el viernes en el Consejo de Seguridad que seguirán con la suspensión de las sanciones a Irán más allá del 20 de septiembre. “Hemos trabajado sin descanso para preservar el acuerdo nuclear y nos mantenemos firmes en el compromiso”, sostuvo el enviado de esos países en una carta remitida a la organización.
La cuestión es cómo la Casa Blanca responderá si es ignorada en su iniciativa. Ya ha impuesto más castigos a Irán, pero a partir de ahora podría establecer correctivos a aquellos que, según su criterio, no aplican las sanciones de la ONU, aunque las haya restablecido por su cuenta. Muchos países, según fuentes diplomáticas, tratan esta apuesta como un gesto de cara a la galería, sin efecto en el terreno práctico.
El rechazo a la posición estadounidense significará, remarcan los analistas, un incremento de su alejamiento internacional y la ruptura del eje atlántico. El gobierno Trump se ha retirado ya de varias agencias de la ONU, organizaciones y tratados, entre estos del acuerdo nuclear con Irán, auspiciado sobre todo por el presidente Obama.
En su arrebato, Trump todavía ha inyectado más incertidumbre al amenazar con lanzar un ataque de represalia “1.000 veces mayor” si Irán ataca a personal estadounidense en el extranjero.
El aspecto crucial reside en que Estados Unidos, que se retiró en el 2018 del pacto nuclear, apela a una de las clausulas de ese acuerdo para recuperar las sanciones.
No solo el Consejo de Seguridad, sino la casi la totalidad de los 195 miembros de Naciones Unidas consideran que EE.UU. perdió ese derecho en el momento en que Trump sacó a su país de esa iniciativa internacional.
Washington argumenta que conserva ese derecho porque la resolución original del Consejo que avaló ese pacto incluye a los estadounidenses como uno más de los participantes.
“Esas serán acciones válidas del Consejo de Seguridad y Estados Unidos hará lo que siempre ha hecho, que es ejercer sus responsabilidades para facilitar la paz”, subrayó el sercetario de Estado, Mike Pompeo, el pasado miércoles. “Haremos todo lo necesario para garantizar que las sanciones se imponen”, añadió.
A pesar del desprecio que les inspira Obama, Pompeo dijo que el mecanismo de reinstaurar las sanciones es “una de las cosas correctas que hizo la anterior administración” en un pacto nuclear que Trump calificó como “el peor que se ha negociado”.
La historia arrancó el pasado agosto. Estados Unidos sufrió una humillante derrota en el Consejo de Seguridad al solicitar que se prolongase el embargo de armas a Teherán, que concluye el próximo 18 de otubre.
En respuesta a ese desprecio ante el mundo, Pompeo acudió a la sede de Nueva York para presentar una queja contra Irán por quebranta el acuerdo nuclear y solicitar la aplicación de la clausula sobre las sanciones. Dio un margen de un mes para que el Consejo aprobara una resolución en ese sentido. Ese periodo se ha cumplido y los integrantes del Consejo han hecho oídos sordos.
Wendy Sherman, una de las negociadora estadounidenses del acuerdo con Irán, es de las que piensan que EE.UU. carece de capacidad legal para reinstaurar las sanciones, señaló a Político . “No hay duda –remarcó– que la acción emprendida por Trump aísla a Estados Unidos, no a Irán. Cada vez estamos más aislados en la ONU y en el mundo”.